domingo, 25 de julio de 2010

CAPÍTULO V (II)

Aún no había amanecido, pero yo ya estaba despierta, pensando en el día que estaba por empezar, y que sería tan distinto a todos los demás, tan definitivo…en el fondo tenía que admitir que estaba bastante asustada, la incertidumbre de no saber sobre mi futuro laboral me asustaba, y mucho. Qué valiente había sido ayer por la tarde, tan decidida redactando mi renuncia, ¿y si me olvidaba del tema y hacía como que nada había pasado?, podría entrar en la oficina y saludar a Leo como si lo que pasó el sábado por la noche jamás hubiera pasado en realidad…pero sabía que no sería capaz, no, no podría hacerlo, es más, ni siquiera sabía cómo iba a hacerlo los siete meses que aún quedaban para la boda de Luz, tendría que evitarle lo más posible, trataría de estar fuera de la oficina todo el tiempo que pudiera, qué largos se me iban a hacer esos siete meses…

Cogí aire y salí de la cama al frío de la habitación, qué pronto estaba llegando el invierno y apenas habíamos dejado octubre atrás. Puse mi calefactor enseguida, sin él no sería capaz de vestirme por las mañanas, me moriría de frío al quitarme el pijama. Mientras la habitación se calentaba me puse mi gruesa bata y me fui a la cocina a prepararme un café, que luego me bebí sentada en la mesa al mismo tiempo que repasaba mentalmente lo que tenía que hacer en cuanto llegase a la oficina: lo primero sería dejar la carta de renuncia encima de la mesa de Leo, no sin antes haber encendido el ordenador, para que fuese arrancando, echar un vistazo rápido al correo por si había novedades, coger mi agenda y salir de allí echando chispas, contaba con la ventaja de que llegaría más temprano que de costumbre, crucé los dedos porque Leo llegase más tarde que yo, al menos hoy, no tenía ganas de enfrentarme al tema tan temprano, tendría que hacerlo de todas formas, pero prefería hacerlo a última hora de la tarde, aunque eso me supusiera un día lleno de ansiedad sólo de pensar en el momento en que tendría que hacerlo.

Para cuando acabé el café mi habitación ya estaba calentita, así que me vestí allí y acabé de arreglarme en el baño. Por último cogí mi abrigo y mi bolso, y cuando llegué a la entrada allí me esperaba mi carta encima de la mesita, la cogí también y la guardé en el bolso.

Cuando llegué a la oficina estaba tan desierta como yo esperaba, así que no tenté a mi suerte y no perdí un segundo, hice todo como lo había pensado, pero cuando entré en el despacho de Leo y dejé la carta sobre su mesa no pude evitar pensar en el paso tan importante que estaba dando, aún así no me permití dudarlo más de tres segundos. En menos de cinco minutos estaba saliendo por la puerta de la oficina. Estaba hecho. No había vuelta atrás.

Durante toda la mañana Leo estuvo acribillándome el móvil a llamadas, sabía que llamaría, y sabía que insistiría, pero no se lo cogí hasta el mediodía, sonaba bastante nervioso, le dije que había estado ocupada toda la mañana y no había tenido ni tiempo de mirar el móvil, lo cierto es que era la primera vez en cuatro años que me llamaba y no le contestaba, si quería despedirme por eso…no, no quería que me despidiera antes de terminar con la boda de Luz, era algo que me estaba tomando de una forma muy especial y personal, no sabía porqué, pero esa boda era muy importante para mí, tenía que estar allí. El caso es que al final quedamos en la oficina a primera hora de la tarde, quería reunirse conmigo, qué menos después de dejar esa carta en su mesa.

Decidí irme a comer a la oficina, lo más seguro es que Leo hubiera salido porque siempre comía fuera, así que no corría peligro de encontrarme con él, al menos no de momento, más tarde sería inevitable, tenía que reconocer que estaba bastante nerviosa por eso, aún así intenté no pensar más en el tema. De camino a la oficina compré un bocadillo vegetal y una coca-cola light, estuve también tentada de coger una bolsita de patatas fritas, pero me lo pensé mejor y las dejé donde estaban, me llevé una chocolatina en su lugar, amaba el chocolate, y me ponía de buen humor, cosa que necesitaba sin duda alguna para lo que se me venía encima.

La oficina estaba desierta, ni siquiera estaba Maddie. Me senté en mi mesa y empecé a dar cuenta de mi estupenda comida improvisada, no muy sana la verdad, pero de vez en cuando tampoco pasaba nada. Normalmente acostumbraba a llevar ensaladas y fruta cuando decidía quedarme a comer en la oficina, y si me pillaba fuera también procuraba comer lo más sano posible, era una costumbre que aprendí desde pequeña de mis padres, y ahora que era mayor e independiente lo agradecía en el alma. Me acabé mi bocadillo y el refresco, fui al baño a lavarme las manos y a retocarme un poco antes de que empezaran a llegar los demás. Cuando volví de nuevo a mi mesa ya habían llegado unos pocos compañeros. Encendí mi ordenador, y mientras actualizaba mi agenda con las citas pendientes de la semana me comí la chocolatina. Inevitablemente me llevaba un pequeño sobresalto cada vez que llegaba alguien, porque pensaba que había llegado el momento, cosa que me hacía ponerme cada vez más nerviosa, y lo que era peor, mis compañeros empezaban a mirarme como si estuviera paranoica. Finalmente llegó Leo. Las manos comenzaron a sudarme, pero por otro lado me sentía también muy decidida y firme con la opción que había escogido. Se paró en la puerta de mi despacho.

- Buenas tardes Athena.- me saludó tan cálido como siempre desde la puerta, con la sonrisa en la cara. Me descolocó.

- Buenas tardes Leo.- conseguí decirle.

- ¿Hablamos?- preguntó haciendo un ademán hacia su despacho.

- Claro.- me levanté y le seguí. Por la forma de actuar de Leo pensé que nadie sabía aún de mi carta.

Cuando estuvimos dentro cerró la puerta, yo esperé de pie mientras él se sentaba en su mesa.

- Siéntate Athena.- pidió suavemente.

Lo hice, me senté frente a él, entre ambos su bonita mesa color caoba.

- Athena…- empezó mirándose las manos nerviosamente- siento muchísimo lo que pasó el sábado en tu casa…jamás debió pasar, pero no puedes irte, no puedes dejar tu trabajo por eso…

Permanecí callada. Me miró, se pasó una mano por el pelo.

- Eres la mejor en esto, no sería justo que renunciaras por mi culpa. Te prometí que no volvería a pasar, te prometí que no hablaríamos más del tema sino querías…

- No puedo Leo…así no puedo.

- ¿Por qué no?- sonaba verdaderamente triste.

- Porque me siento culpable al no corresponderte, porque eres mi jefe pero sientes algo por mí, y ahora que lo sé…simplemente no puedo.

- ¿Y qué harás?

- Acabar lo que he empezado, la boda de Luz, no voy a dejarte tirado con eso, pero una vez acabe me iré.

- Ojalá cambies de opinión Athena.- dijo casi en un susurro.

- No lo creo.- no quería darle falsas esperanzas.

Suspiró.

- Está bien, entonces tengo siete meses por delante.

No quise preguntar para qué.

- Sí, es lo que queda para la boda.- afirmé.

- ¿Puedo preguntarte algo? Como amigo, no como tu jefe.- aclaró.

- Adelante.

- ¿Qué harás cuando te vayas?

Me pilló un poco por sorpresa la pregunta.

- No lo sé, por lo pronto unas vacaciones.- y era verdad, no tenía pensada otra cosa por lo pronto, pero en siete meses pueden pasar muchas cosas.

- Athena…no me gustaría perderte también como amiga, acepto tu renuncia, con todas tus condiciones, pero al menos deja que sigamos siendo amigos…por favor, no desaparezcas.

Al final consiguió ablandarme el corazón. Sonreí.

- No, no desapareceré, no te preocupes….sólo…sólo dame algo de tiempo, y tal vez las cosas vuelvan a ser como antes.

- Todo el que quieras- parecía más animado- y…si cambias de opinión dímelo, estaría feliz de conservarte en la empresa…y mis socios también.

- Leo…ya está decid…

- Siete meses.

- Siete meses.- respondí yo.

Me levanté.

- Tengo trabajo.- le dije.

- Por supuesto.

- Hasta luego Leo.

- Hasta luego.

Salí de su despacho, estaba contenta, había ido mucho mejor de lo que jamás habría imaginado.


-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


Aquellos siete meses transcurrieron rápidos, llenos de trabajo, cambios de última hora, alguna que otra crisis de nervios por parte de Luz, pero nada que no pudiéramos solucionar. Leo y yo nos veíamos bastante poco, yo procuraba trabajar fuera de la oficina todo lo posible, pero tengo que decir que tuvo un comportamiento excepcional conmigo, mantuvo una distancia de seguridad durante todo el tiempo, y fue un alivio para mí no sentirme presionada, había momentos en los que incluso me olvidaba de lo ocurrido en mi casa aquella noche, quizá, con suerte, ya había olvidado lo que sentía por mí. Durante esos siete meses y de forma inevitable, estreché mi relación con Luz, por primera vez no tenía una clienta, sino que había ganado una amiga, y es que me había dado cuenta de que cuando Luz se proponía algo raras eran las veces que no lo conseguía. Pasamos mucho tiempo juntas, y finalmente acabé contándole que su boda sería mi último trabajo en la empresa el día que me dijo que su hermana Nur se había prometido y se casaba también por fin. Naturalmente quiso saber los motivos, así que me sinceré con ella. No se sorprendió en absoluto, pero me conmovió que me apoyara, y a diferencia de Laura ella no me dijo el tan previsible “te lo dije”. Le había cogido mucho cariño, pese a no haber sido nunca mi intención, imagino que como su boda sería mi último trabajo me lo tomé como algo más personal. Me alegraba mucho de haberla conocido, y me sorprendía bastante que hubiera tenido un pasado tan movido, en nada se parecía a aquella muchacha que llenaba las revistas de noticias, ahora era responsable, trabajadora y muy discreta en lo que a su vida se refería. Pero lo más importante es que era feliz, y se le notaba por todos los poros.

4 comentarios:

  1. Buenos días!!!! Qué tempraneras somos, no?

    Primero... qué tal el concierto????

    Ahora... a comentar!! No había visto tu comentario en la primera parte, jejeje! Ya veo que Athena toma decisiones muy firmes... Yo soy más indecisa, por éso me choca! Pero bueno... pese a los nervios de Athena, ha ido la cosa como la seda, pues son bastante "adultos" ambos. A ver, a mí no me ha pasado nunca eso de que mi jefe se enamore de mí, con lo que tampoco puedo opinar, jajaja! No sé..., me gusta, y la nueva amistad de Luz, TAMBIÉN!

    Muchos besotes, guapa!!!!
    Arantxa.

    ResponderEliminar
  2. Pues el concierto bien, pero pudo haber sido mejor, los técnicos d sonido lo deslucieron un poco...pero bueno, m gustó mucho :)

    M alegra q t siga gustando la historia, ahora ya empezará a ponerse más interesante y misteriosa ;)

    Bss!

    ResponderEliminar
  3. Hija... los conciertos son así! A veces no son los artistas sino lo que los rodea lo que joroba la cosa... Yo estuve el año pasado en uno de Manolo García en Sanlúcar (de Barrameda), y él y los músicos estuvieron genial, pero el recinto era minúsculo y muy mal acondicionado.

    Y en cuanto a la historia... vienen misterios.................... yuhuuuuuuuu! Pues si me gustaba así, ahora me gustará más!

    Besitos!
    Arantxa.

    ResponderEliminar
  4. uooooo.. me he leído todos los que me faltaban de golpe... me tiene enganchada esta historia, y a tomado un giro interesante.. :)

    ResponderEliminar