jueves, 1 de julio de 2010

CAPÍTULO DOS (IV)

Ya había amanecido del todo cuando salimos de la cafetería. El hecho de llegar juntos y sonrientes a la oficina hizo que me ganara más de unas pocas miradas de suspicacia y envidia por parte de mis compañeras, la verdad, no entendía el porqué de ese afán de ver donde no hay nada que ver, aunque me consta que Maddie piensa que soy una pelota en toda regla, sobre todo después de lo de la boda de Luz Latica…lo que me recuerda tengo trabajo que hacer y poco tiempo que perder pensando en estos temas.

Revisaría el correo por si me había llegado algo que necesitara mi atención inmediata y me iría enseguida rumbo a la pastelería, no quería llegar tarde, así que mientras se encendía el ordenador y entraba en mi correo aproveché para retocarme el maquillaje en el baño. Cuando volví en la pantalla parpadeó un mensaje nuevo, de Leo.

“Gracias por escucharme y apoyarme, Que tengas un buen día. Leo”.

Eso esperaba, un buen día. Cogí el abrigo, la agenda y el bolso y salí por la puerta. Maddie le obsequió otra mirada verde de envidia a mi espalda, pero yo ya iba camino de ascensor. Empezaba a sospechar que estaba enamorada en secreto de Leo.

Media hora más tarde entraba en la pastelería de Tony. Lo cierto es que ya había estado allí un par de veces antes, eligiendo en una ocasión una selección de dulces para una cena de empresa, tarea que nos llevó más tiempo de lo normal, y que me ayudó a conocer a Tony de forma más personal, y en otra una tarta de cumpleaños para Leo. Fue hace un mes más o menos. Leo cumplía los 30 años y en la oficina nos pareció buena idea hacerle una pequeña fiesta sorpresa en la oficina después del trabajo, así que yo me encargué del pastel, finalmente me llevé una tarta de chocolate de tres tipos, con leche, blanco y negro, adornada con trufas y nata, estaba exquisita.

Además, el dueño de la tienda, Tony, era muy amable conmigo y siempre estaba bromeando, era bastante joven, unos veinticinco, pero desde que montó su negocio le había ido bastante bien, supongo que su carácter, tan dulce o más que sus productos le habían ido dando una fama bien merecida. Tony era un gran pastelero, y lo que es más raro, no venía de una familia de tradición pastelera, más bien todo lo contrario, su padre y sus dos hermanos eran médicos, así que cuando Tony dijo que quería dedicarse a la hostelería tuvo que aguantar algún que otro reproche, se le consideró la oveja negra hasta que finalmente triunfó con su negocio. Lo sé, todo el mundo me cuenta su vida, será que tengo cara de ser una persona a la que le encanta escuchar.

La tienda ya estaba abierta cuando llegué, saludé a la dependienta.

-¡Buenos días Dawn!, ¿está Tony?

- Buenos días Athena, está en su despacho, pasa.- contestó mientras metía un croassant en una bolsa de papel para la chica a la que estaba atendiendo.

-Gracias…y guárdame uno de esos para cuando salga por favor- le guiñé un ojo.

-Eso está hecho.

Llamé a la puerta del despacho de Tony.

-Pase.- la voz de Tony.

Abrí la puerta y entré en uno de los despachos más singulares que había visto nunca. A diferencia de los típicos Tony lo tenía decorado en colores cálidos, y en las paredes colgaban cuadros con láminas en blanco y negro de anuncios antiguos. Era acogedor.

- Hola Athena , te estaba esperando. Estás preciosa, ¿un café?.- Tony siempre estaba regalándome los oídos, era un encanto.

- No gracias Tony, acabo de tomarme uno hace un rato.

- Bueno, pues cuéntame qué te trae por aquí, porque por teléfono no quisiste decirme nada, y por desgracia para mí no creo que hayas venido sólo por verme, ¿o sí?.- me miró sonriente.

No tuve más remedio que reírme.

-Imagino que eso se lo dirás a todas.- buen recurso para escapar.

- Sólo a las guapas…- y me guiñó un ojo. Nota mental, tener cuidado con los intentos seductores del pastelero.

- ¿Te suena el nombre de Dominic Latica?.- giro de conversación, buena estrategia.

-Claro, su hija se casa en unos meses no? Sale en todas las revistas con su prometido…- de pronto la comprensión le iluminó el rostro- espera, espera, ¡no me digas que estás aquí para encargarme su tarta nupcial!

- ¡Bingo!, pero no quería decírtelo por teléfono, no por nada, pero sabes que me gusta la discreción cuando trabajo, y especialmente con esta boda, Luz no quiere que se filtre nada a la prensa. Le dije que confiaba en ti para que hicieras su tarta de bodas, y ella confía en mí…así que, aquí estamos.

- En ese caso has acudido a la persona indicada - gran sonrisa – Para empezar puedes llevarte varios catálogos, y que Luz se haga una idea de qué tipo de tarta quiere, o si ya tiene alguna idea o preferencia que te lo haga saber. ¿Qué tal si la semana que viene nos volvemos a ver y comienzo a hacer el diseño sobre lo que me traigas?

- Me parece muy buena idea Tony. Nos vemos la semana que viene entonces y nos metemos de lleno con el diseño.- me levanté y cogí mi bolso.- Y por cierto, Luz quiere una boda de estilo medieval, te lo digo por si te vas inspirando con algo.

-Pero…¿ya te vas?- preguntó Tony.

Le miré con las cejas levantadas.

- Venga, quédate a desayunar conmigo.

-Tony, no puedo, tengo trabajo, me están esperando, de verdad, quizá otro día.

- Ok, la semana que viene cuando vengas te tendré un buen desayuno preparado, así que no me podrás decir que no.

- Jajaja, está bien, la semana que viene desayuno de negocios.- le prometí.- Y ahora me tengo que ir. Gracias de todas formas por el croissant. Ya sabes, medieval, ¡Chao!

- ¿Qué croissant? ¿de negocios? ¿es que nunca me vas a dar una cita?

- El que me voy a llevar para zamparme por el camino, y no tengo citas cuando estoy trabajando- y cerré la puerta del despacho antes de que le diera tiempo a decirme nada más.

Cuando salí por la puerta de la pastelería y llegué al coche casi me había comido la mitad del croissant, no me había dado cuenta de lo muerta de hambre que estaba, la verdad es que aparte del café con Leo no me había echado nada al estómago en toda la mañana, tal vez si no fuera tan apretada de tiempo habría aceptado el desayuno de Tony, aunque esos desayunos deben ser un atentado contra la silueta, tengo que acordarme de no cenar nada el jueves que viene.

Por un momento me preocupé de que Tony se estuviera tomando un poco en serio esa especie de flirteo conmigo, pero no, no podía ser, seguro que era igual con todas. Aunque por otro lado era bueno tener un poco de atención de un chico guapo, al que por cierto le sacaba como cinco años, pero bueno, no sé de qué se supone que me estaba preocupando, Tony estaba de broma.

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