viernes, 30 de julio de 2010

CAPÍTULO VI (II)

Luz ya estaba en su habitación cuando llegué, con la peluquera y la maquilladora, una empleada del servicio me dijo que me serviría el almuerzo en mi habitación, le di las gracias y subí. Antes de llegar a mi habitación decidí hacerle una visita a Luz, quería saber cómo estaba ya que no la había vuelto a ver desde la noche anterior. La encontré tumbada boca abajo en la cama, recibiendo un relajante masaje en la espalda mientras peluquera y maquilladora ultimaban sus utensilios. Hablamos un rato y la tranquilicé diciéndole que acababa de llegar del Club y todo estaba en orden, cuando casi estaba saliendo por la puerta me llamó.

- ¡Athena espera!

Me volví. Se incorporó en la cama.

- ¿Podría pedirte un último favor?

- Claro, lo que quieras Luz.- dije.

- ¿Te importaría venir luego y ser tú la que me ayude a ponerme el vestido?.- me quedé de piedra, incluso sentí un pequeño nudo en la garganta, nunca en cuatro años una novia me había pedido algo así, era algo tan íntimo y tan personal que me conmovió mucho que Luz me lo pidiera, casi podía sentir las lágrimas en los ojos.

- Por supuesto..- dije con la voz un poco estrangulada.- Gracias Luz…es…un detalle precioso conmigo…

Simplemente me sonrió.

En mi habitación ya me estaba esperando el almuerzo, lo cierto es que apenas pude probar bocado, empecé a sentir los nervios previos, el cosquilleo del ojalá salga todo bien. La tarde como era de esperar pasó volando, por mi habitación pasó un desfile de personas: me hicieron la manicura, la pedicura, me maquillaron y peinaron, y hasta me ayudaron a vestirme, me sentía como una auténtica princesa. Cuando finalmente estuve lista y me miré en el espejo no pude evitar sonreírle a mi imagen. Volví a la habitación de Luz para ayudarla con el vestido. Cuando me vio entrar abrió la boca.

- ¡Estás preciosa! – exclamó.

- Tú sí que vas a estar preciosa.- y era verdad. El vestido de novia de Luz era de un diseño tan medieval como todo lo relacionado con la boda, de color blanco puro, mangas largas que se ensanchaban en los codos y caían hasta más debajo de las rodillas, con un cinturón en las caderas bordado en hilo de plata que se cerraba con un broche en filigrana también de plata y del que caía hasta el bies del vestido una tira igual al resto del cinturón, el escote era en pico, y en la cabeza llevaba una fina corona rodeándola, a juego con el broche del cinturón, el pelo rubio suelto, cayendo en una cascada de bucles más allá de los hombros, estaba guapísima. La ayudé a ponerse el vestido, y cuando le tocó a ella mirarse al espejo vi cómo le brillaban los ojos con felicidad ante lo que estaba por venir. Por último le puse el ramo en las manos y le di un abrazo.

- Te veo en un rato.- prometí.

- Gracias Athena.

- Gracias a ti Luz por empeñarte en ser mi amiga.- le guiñé un ojo. En ese momento entraron Nur y su madre en la habitación, escuché unas cuantas exclamaciones por parte de las dos que expresaban lo preciosa que estaba la radiante novia, las dejé tener un momento íntimo y familiar y me salí fuera, de todas formas estábamos a punto de salir ya hacia el Golden Club, yo me iría en el mismo coche que Nur y su prometido.

Volví a mi habitación a recoger mi bolsito, en el que cabía lo imprescindible, luego bajé directamente al gran recibidor, en el que había gente corriendo de un lado a otro frenética, pero aún no había bajado Nur, aunque sí vi a su prometido, que hablaba con alguien desconocido para mí, sólo podía ver su negrísimo pelo brillante y su ancha espalda. Antes de que pudiera acercarme a saludar fui saludada por una voz familiar.

- ¿Athena?- me di la vuelta.

Y allí estaba Leo, enfundado en un impecable frac que le sentaba a las mil maravillas.

- Madre mía….pareces una aparición…estás…estás…

Noté que se me subían los colores a las mejillas.

- Impresionante…- concluyó.

- Gracias…tú también estás muy elegante, de pronto pensé que si Leo estaba allí quizá era porque algo se había torcido en el Golden Club, debió reflejarse en mi cara porque enseguida Leo me tranquilizó.

- No no, no pasa nada Athena, todo va bien.

Me llevé la mano libre al pecho y suspiré aliviada.

-Qué susto. ¿Entonces qué….?

- He venido a recogerte para llevarte al Golden Club – dijo- bueno, si me concedes el honor de acompañarme, claro.

Me sentí un poco atrapada, por un lado no quería parecer ante todos la pareja de Leo, porque no lo era, y por otro él se había portado de una forma intachable desde el día en el que le di mi carta de renuncia, por lo que me sentiría fatal después si rechazaba acompañarlo.

- Por favor Athena….- me rogó suavemente- Cuando acabe esta noche te habré perdido para siempre…mañana ya no te veré entrar en tu despacho.

- Que ya no trabaje para ti no significa que me pierdas para siempre Leo.- le dije riendo un poco para quitar tanta seriedad al asunto, no había que ser tan melodramático.

- Ya, lo sé, pero en cierto modo es como me siento, no lo puedo evitar.- y yo tampoco pude evitar ver la tristeza en sus ojos, eso fue lo que me decidió.

- Iré contigo.

De pronto su cara se iluminó. Levanté el índice de la mano derecha.

- Pero no es una cita, sólo iremos juntos, nada más.

- Por supuesto Athena, tú mandas.- y me hizo una cómica reverencia.

- Avisaré a Nur.- le dije.

- No, yo se lo diré a su prometido, está allí mismo.- al girarme comprobé que los dos hombres seguían allí mismo, apenas se habían movido del sitio. Me pregunté una vez más con quién estaría hablando el prometido de Nur.

Vi como Leo se acercaba a ellos y hablaba brevemente con Thomas, enseguida estuvo de nuevo a mi lado.

- Ya está arreglado, vámonos o seremos los últimos en llegar, Luz debe estar a punto de salir.

Salimos de la casa y nos subimos en el descapotable que Leo había aparcado unos metros más atrás del coche que llevaría a la novia. Recé para que el peinado llegara cuanto menos decente.

- No vayas muy deprisa.- le pedí.

Se rió.

- El peinado ¿verdad?

- El peinado.- admití.

Antes de arrancar el coche Leo se fijó en mi reloj.

- ¡Qué belleza!...mejorando lo presente claro.

- Gracias…es una joya de familia.- dije.

- Te sienta muy bien, imagino que tendrá mucho valor para ti, nunca te lo había visto antes.

- No…sólo lo llevo en ocasiones especiales, como hoy.- expliqué.

Finalmente Leo arrancó el coche y salimos en dirección al Golden Club. El camino fue en silencio, Leo parecía estar pensando en sus cosas, y yo aproveché el que sería el último momento de relax del día. La caída de la tarde estaba siendo preciosa, la temperatura era cálida pero suave, y en el aire había un cierto aroma a flores que no conseguía identificar. Me sentía feliz por primera vez en mucho tiempo.

miércoles, 28 de julio de 2010

CAPÍTULO SEIS: Invitada de honor.


Y por fin llegó el gran día de Luz.

La noche de antes me trasladé a la mansión de los padres de Luz, quería tenerme cerca un poco por todo, para calmar sus nervios, para ayudarla con lo que necesitara, para solucionar cualquier imprevisto de última hora. Normalmente no hacía eso, sino que me aseguraba la noche de antes que todo estaba en orden, y a primera hora del día de la boda estaba de nuevo en el lugar, supervisándolo todo, era raro que viera a la novia hasta poco antes de la ceremonia, para asegurarle que todo estaba en su sitio, luego me quedaba durante la ceremonia en un lugar discreto, y cuando los novios estaban felizmente casados y comenzaban a servirse los canapés me iba sin que nadie se diese cuenta. Normalmente no tenía que volver y todo transcurría sin problemas según lo previsto. En alguna ocasión había tenido que volver a solucionar algo, pero raras veces me había pasado.

Pero esta ocasión era diferente, Luz quería que compartiera ese día con ella no como su empleada, sino como su amiga. Quería que estuviera allí para ayudarla a vestirse, acompañarla en la ceremonia, y sobre todo celebrar con ella ese día que tanto llevábamos planeando. No pude negarme, por supuesto.

La mansión en la que Luz había crecido era simplemente increíble, de hecho no entendía porqué no se celebraba la boda allí, pero tampoco quise preguntárselo, sus motivos tendría. Era una espectacular mansión blanca, con grandes jardines delanteros y traseros, ni siquiera alcanzaba a ver los límites de la propiedad de tan grande era. El interior era tan lujoso como prometía el exterior, decorado con exquisito gusto.

Me habían alojado en la segunda planta, muy cerca de la habitación de Luz. Mi propia habitación era casi más grande que todo mi apartamento entero, tenía su propio baño con jacuzzi, toallas limpias y perfumadas y todo lujo de productos cosméticos, y un vestidor enorme, que hizo que inevitablemente me acordaba de Carrie, la prota de Sexo en Nueva York, no me quedó más remedio que suspirar, envidié sanamente a Luz, crecer en una casa de ensueño era el deseo de muchas niñas, y en el caso de Luz una enorme realidad. Y bueno, qué decir de la cama, enorme, para no desentonar con todo lo demás, temía acostarme y perderme en ella por la noche.

Unos golpecitos en la puerta me sacaron de mis ensoñaciones. Fui a abrir. Era Luz.

- ¡Luz!

- ¿Puedo?- dijo mirando al interior de la habitación.

- Claro, pasa.- la invité.- ¿Algún problema?

- No, no…es sólo que…estoy nerviosa…- me sonrió.

Nos sentamos en la cama, crucé las piernas y me puse frente a ella.

- ¿Sabes? Esto me recuerda a la noche antes de la boda de mi mejor amiga.

- ¿Laura?.- ya le había hablado en más de una ocasión de ella.

- Sí, Laura. Ella estaba también muy nerviosa la noche de antes, y también me llamó por teléfono, nos pasamos al menos dos horas hablando, recordando anécdotas de cuando éramos pequeñas…

- Pero nosotras no podemos contarnos ese tipo de anécdotas.- replicó.

- No, pero puedes contarme algunas tuyas de cuando eras pequeña, seguro q así te relajas.- la animé.

La verdad es que funcionó, me contó muchas vivencias divertidas de cuando era niña, y no tan niña, y yo acabé contándole algunas mías. Nos reímos mucho las dos. A las tres de la mañana salió a hurtadillas de mi habitación y se fue a dormir más relajada que cuando llegó. Yo también me dormí enseguida.

Volví a tener esos sueños extraños, de nuevo esos ojos negros. Me desperté sudando a las nueve de la mañana. No podía creer que me hubiera quedado dormida hasta tan tarde, tampoco podía creer que fuera mi último día de trabajo, aunque bueno, era más un día de celebración que de trabajo. Me senté en la cama aún bastante somnolienta, desde donde estaba podía ver el maravilloso vestido que llevaría en la boda, me atravesó una punzada de culpabilidad a la vez que de placer, había gastado una pequeña fortuna en él justo ahora que me quedaba sin trabajo, pero por otro lado me dije que me merecía un capricho final por todos los años al servicio de Leo, además, el vestido lo merecía, era precioso, color azul noche en seda natural, escote en pico con tirantes anchos, todo ajustado hasta las caderas, la tela haciendo como cruces entre ella misma, y a la altura de las caderas se abría en una cascada de volantes, sencillamente era precioso, y me veía muy bien en él, también llevaría los zapatos altos a juego, y unos bonitos pendientes largos de zafiro, me los había prestado Laura, eran una herencia de su abuela, y en cuanto vio el vestido insistió en que los llevara, la verdad es que me sentía como una cenicienta luciendo todo aquello, creo que nunca me había vestido tan elegante. Como broche final llevaría el antiguo reloj de pulsera de plata que había heredado de mi madre, y ella a su vez de la suya, llevaba tanto tiempo en mi familia que se podría decir que era una joya de valor incalculable, pocas veces lo había llevado en público, pero hoy era una de esas noches que pedía a gritos que lo luciera en mi muñeca, y no pensaba dejarlo en su caja. Intenté imaginarme con todo aquello, maquillada y peinada con un sencillo recogido bajo y sentí un hormigueo de impaciencia en el estómago, me sentía más como si fuera yo la q se casaba en vez de Luz, tenía una sensación de expectativa ante la noche que estaba por venir que me moría de la impaciencia porque llegase. La vibración del móvil me sacó de mis sueños. Era Luz, quería que bajase con ella a desayunar, le dije que estaría lista en diez minutos, pero que no me podría entretener mucho porque quería echar un último vistazo a todo antes de la hora de comer, y la tarde la teníamos reservada a prepararnos para el momento.

Cuando llegué a la terraza donde estaba servido el desayuno ya estaban allí Luz y su hermana. Me di cuenta de que Nur estaba un poco cambiada, parecía más alegre y sonriente, quizá el amor también había obrado el milagro con ella. El desayuno fue muy divertido, y abundante también, nunca había visto tantas cosas distintas para desayunar, casi no podía decidir qué escoger, tenía todo tan buen aspecto…incluso Toni había enviado una pequeña tarta igual a la nupcial para que la familia la probara antes de la noche, qué detalle. En cuanto acabé mi desayuno cogí mi coche y me fui al Golden Glof Club directamente, era una bonita mañana de Junio, hacía calor, pero no demasiada, seguramente haría una noche perfecta, la ceremonia sería a las nueve, el cóctel empezaría a las diez, y la cena se serviría a las diez y media, luego vendrían los brindis, la tarta y el primer baile de los recién casados. Iba haciendo el repaso mentalmente. Todo iba a salir estupendamente.

Leo también estaría allí, y al igual que yo más en calidad de invitado que de representante de la empresa, aún así si surgía algún imprevisto actuaría enseguida. Al principio Luz insistió en sentarnos en mesas separadas, pero al final, viendo que no me sentía tan incómoda con él después de todo lo que había pasado nos puso en la misma mesa, eso sí, separados por otros invitados a la boda, socios del padre de Luz principalmente, y sus parejas, a algunos los conocía de oídas, y a otros personalmente por haber sido parte de la organización de algún evento para ellos. Tal vez fuera la última vez que les viese. Me entró un poco de melancolía al pensar en todo aquello que dejaba atrás, pero me la sacudí enseguida, tenía trabajo que hacer, el último, y muy poco tiempo por delante. Afortunadamente todo estaba donde tenía que estar, la marquesina donde se oficiaría la ceremonia era preciosa, adornada con rosas rosa pálido y blancas, las sillas donde se sentarían los invitados estaban forradas de una tela blanca inmaculada, adornadas con un lazo rosa pálido, todas las cintas que adornaban el lugar eran del mismo color rosa que las sillas, había velas a lo largo del pasillo nupcial, que se encenderían al caer el sol, justo antes de la boda, también las había en la marquesina, de diferentes tamaños y grosores, del mismo rosa que los lazos, el césped estaba perfectamente cortado y lucía un color verde lima que junto con el rosa creaba un efecto precioso. La alfombra que llevaba a la marquesina también estaba inmaculada, y tenía un tono rosa más oscuro que el resto, por lo que destacaba entre el blanco y el rosa pálido. La carpa estilo medieval estaba a quinientos metros del lugar de la ceremonia, por la tarde los empleados se encargarían de marcar el camino a ella con pétalos de flores. La infraestructura recordaba un castillo medieval, con sus almenas, ventanales, banderolas, e incluso escudos de armas. El interior también era estilo medieval, con grandes candelabros, tapices y espadas adornando las paredes, armaduras, bonitas alfombras en el suelo, y mobiliario medieval, todo justo como lo quería Luz, Alex había hecho un gran trabajo, y ella estaba encantada. Lo cierto es que yo también. Una vez que me hube asegurado de que estaba todo en orden miré el reloj y vi alarmada que eran las dos de la tarde así que volví a la gran mansión a comer algo y prepararme.

domingo, 25 de julio de 2010

CAPÍTULO V (II)

Aún no había amanecido, pero yo ya estaba despierta, pensando en el día que estaba por empezar, y que sería tan distinto a todos los demás, tan definitivo…en el fondo tenía que admitir que estaba bastante asustada, la incertidumbre de no saber sobre mi futuro laboral me asustaba, y mucho. Qué valiente había sido ayer por la tarde, tan decidida redactando mi renuncia, ¿y si me olvidaba del tema y hacía como que nada había pasado?, podría entrar en la oficina y saludar a Leo como si lo que pasó el sábado por la noche jamás hubiera pasado en realidad…pero sabía que no sería capaz, no, no podría hacerlo, es más, ni siquiera sabía cómo iba a hacerlo los siete meses que aún quedaban para la boda de Luz, tendría que evitarle lo más posible, trataría de estar fuera de la oficina todo el tiempo que pudiera, qué largos se me iban a hacer esos siete meses…

Cogí aire y salí de la cama al frío de la habitación, qué pronto estaba llegando el invierno y apenas habíamos dejado octubre atrás. Puse mi calefactor enseguida, sin él no sería capaz de vestirme por las mañanas, me moriría de frío al quitarme el pijama. Mientras la habitación se calentaba me puse mi gruesa bata y me fui a la cocina a prepararme un café, que luego me bebí sentada en la mesa al mismo tiempo que repasaba mentalmente lo que tenía que hacer en cuanto llegase a la oficina: lo primero sería dejar la carta de renuncia encima de la mesa de Leo, no sin antes haber encendido el ordenador, para que fuese arrancando, echar un vistazo rápido al correo por si había novedades, coger mi agenda y salir de allí echando chispas, contaba con la ventaja de que llegaría más temprano que de costumbre, crucé los dedos porque Leo llegase más tarde que yo, al menos hoy, no tenía ganas de enfrentarme al tema tan temprano, tendría que hacerlo de todas formas, pero prefería hacerlo a última hora de la tarde, aunque eso me supusiera un día lleno de ansiedad sólo de pensar en el momento en que tendría que hacerlo.

Para cuando acabé el café mi habitación ya estaba calentita, así que me vestí allí y acabé de arreglarme en el baño. Por último cogí mi abrigo y mi bolso, y cuando llegué a la entrada allí me esperaba mi carta encima de la mesita, la cogí también y la guardé en el bolso.

Cuando llegué a la oficina estaba tan desierta como yo esperaba, así que no tenté a mi suerte y no perdí un segundo, hice todo como lo había pensado, pero cuando entré en el despacho de Leo y dejé la carta sobre su mesa no pude evitar pensar en el paso tan importante que estaba dando, aún así no me permití dudarlo más de tres segundos. En menos de cinco minutos estaba saliendo por la puerta de la oficina. Estaba hecho. No había vuelta atrás.

Durante toda la mañana Leo estuvo acribillándome el móvil a llamadas, sabía que llamaría, y sabía que insistiría, pero no se lo cogí hasta el mediodía, sonaba bastante nervioso, le dije que había estado ocupada toda la mañana y no había tenido ni tiempo de mirar el móvil, lo cierto es que era la primera vez en cuatro años que me llamaba y no le contestaba, si quería despedirme por eso…no, no quería que me despidiera antes de terminar con la boda de Luz, era algo que me estaba tomando de una forma muy especial y personal, no sabía porqué, pero esa boda era muy importante para mí, tenía que estar allí. El caso es que al final quedamos en la oficina a primera hora de la tarde, quería reunirse conmigo, qué menos después de dejar esa carta en su mesa.

Decidí irme a comer a la oficina, lo más seguro es que Leo hubiera salido porque siempre comía fuera, así que no corría peligro de encontrarme con él, al menos no de momento, más tarde sería inevitable, tenía que reconocer que estaba bastante nerviosa por eso, aún así intenté no pensar más en el tema. De camino a la oficina compré un bocadillo vegetal y una coca-cola light, estuve también tentada de coger una bolsita de patatas fritas, pero me lo pensé mejor y las dejé donde estaban, me llevé una chocolatina en su lugar, amaba el chocolate, y me ponía de buen humor, cosa que necesitaba sin duda alguna para lo que se me venía encima.

La oficina estaba desierta, ni siquiera estaba Maddie. Me senté en mi mesa y empecé a dar cuenta de mi estupenda comida improvisada, no muy sana la verdad, pero de vez en cuando tampoco pasaba nada. Normalmente acostumbraba a llevar ensaladas y fruta cuando decidía quedarme a comer en la oficina, y si me pillaba fuera también procuraba comer lo más sano posible, era una costumbre que aprendí desde pequeña de mis padres, y ahora que era mayor e independiente lo agradecía en el alma. Me acabé mi bocadillo y el refresco, fui al baño a lavarme las manos y a retocarme un poco antes de que empezaran a llegar los demás. Cuando volví de nuevo a mi mesa ya habían llegado unos pocos compañeros. Encendí mi ordenador, y mientras actualizaba mi agenda con las citas pendientes de la semana me comí la chocolatina. Inevitablemente me llevaba un pequeño sobresalto cada vez que llegaba alguien, porque pensaba que había llegado el momento, cosa que me hacía ponerme cada vez más nerviosa, y lo que era peor, mis compañeros empezaban a mirarme como si estuviera paranoica. Finalmente llegó Leo. Las manos comenzaron a sudarme, pero por otro lado me sentía también muy decidida y firme con la opción que había escogido. Se paró en la puerta de mi despacho.

- Buenas tardes Athena.- me saludó tan cálido como siempre desde la puerta, con la sonrisa en la cara. Me descolocó.

- Buenas tardes Leo.- conseguí decirle.

- ¿Hablamos?- preguntó haciendo un ademán hacia su despacho.

- Claro.- me levanté y le seguí. Por la forma de actuar de Leo pensé que nadie sabía aún de mi carta.

Cuando estuvimos dentro cerró la puerta, yo esperé de pie mientras él se sentaba en su mesa.

- Siéntate Athena.- pidió suavemente.

Lo hice, me senté frente a él, entre ambos su bonita mesa color caoba.

- Athena…- empezó mirándose las manos nerviosamente- siento muchísimo lo que pasó el sábado en tu casa…jamás debió pasar, pero no puedes irte, no puedes dejar tu trabajo por eso…

Permanecí callada. Me miró, se pasó una mano por el pelo.

- Eres la mejor en esto, no sería justo que renunciaras por mi culpa. Te prometí que no volvería a pasar, te prometí que no hablaríamos más del tema sino querías…

- No puedo Leo…así no puedo.

- ¿Por qué no?- sonaba verdaderamente triste.

- Porque me siento culpable al no corresponderte, porque eres mi jefe pero sientes algo por mí, y ahora que lo sé…simplemente no puedo.

- ¿Y qué harás?

- Acabar lo que he empezado, la boda de Luz, no voy a dejarte tirado con eso, pero una vez acabe me iré.

- Ojalá cambies de opinión Athena.- dijo casi en un susurro.

- No lo creo.- no quería darle falsas esperanzas.

Suspiró.

- Está bien, entonces tengo siete meses por delante.

No quise preguntar para qué.

- Sí, es lo que queda para la boda.- afirmé.

- ¿Puedo preguntarte algo? Como amigo, no como tu jefe.- aclaró.

- Adelante.

- ¿Qué harás cuando te vayas?

Me pilló un poco por sorpresa la pregunta.

- No lo sé, por lo pronto unas vacaciones.- y era verdad, no tenía pensada otra cosa por lo pronto, pero en siete meses pueden pasar muchas cosas.

- Athena…no me gustaría perderte también como amiga, acepto tu renuncia, con todas tus condiciones, pero al menos deja que sigamos siendo amigos…por favor, no desaparezcas.

Al final consiguió ablandarme el corazón. Sonreí.

- No, no desapareceré, no te preocupes….sólo…sólo dame algo de tiempo, y tal vez las cosas vuelvan a ser como antes.

- Todo el que quieras- parecía más animado- y…si cambias de opinión dímelo, estaría feliz de conservarte en la empresa…y mis socios también.

- Leo…ya está decid…

- Siete meses.

- Siete meses.- respondí yo.

Me levanté.

- Tengo trabajo.- le dije.

- Por supuesto.

- Hasta luego Leo.

- Hasta luego.

Salí de su despacho, estaba contenta, había ido mucho mejor de lo que jamás habría imaginado.


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Aquellos siete meses transcurrieron rápidos, llenos de trabajo, cambios de última hora, alguna que otra crisis de nervios por parte de Luz, pero nada que no pudiéramos solucionar. Leo y yo nos veíamos bastante poco, yo procuraba trabajar fuera de la oficina todo lo posible, pero tengo que decir que tuvo un comportamiento excepcional conmigo, mantuvo una distancia de seguridad durante todo el tiempo, y fue un alivio para mí no sentirme presionada, había momentos en los que incluso me olvidaba de lo ocurrido en mi casa aquella noche, quizá, con suerte, ya había olvidado lo que sentía por mí. Durante esos siete meses y de forma inevitable, estreché mi relación con Luz, por primera vez no tenía una clienta, sino que había ganado una amiga, y es que me había dado cuenta de que cuando Luz se proponía algo raras eran las veces que no lo conseguía. Pasamos mucho tiempo juntas, y finalmente acabé contándole que su boda sería mi último trabajo en la empresa el día que me dijo que su hermana Nur se había prometido y se casaba también por fin. Naturalmente quiso saber los motivos, así que me sinceré con ella. No se sorprendió en absoluto, pero me conmovió que me apoyara, y a diferencia de Laura ella no me dijo el tan previsible “te lo dije”. Le había cogido mucho cariño, pese a no haber sido nunca mi intención, imagino que como su boda sería mi último trabajo me lo tomé como algo más personal. Me alegraba mucho de haberla conocido, y me sorprendía bastante que hubiera tenido un pasado tan movido, en nada se parecía a aquella muchacha que llenaba las revistas de noticias, ahora era responsable, trabajadora y muy discreta en lo que a su vida se refería. Pero lo más importante es que era feliz, y se le notaba por todos los poros.

viernes, 23 de julio de 2010

CAPÍTULO V: Cambios inesperados y una nueva amistad.

Aquella noche tampoco dormí bien. Aquellos ojos negros seguían apareciendo en mis sueños, eran lo único que recordaba claramente, el resto era muy confuso, tenía la sensación de haber estado en medio de una batalla a vida o muerte.

Me desperté temprano y cansada, triste por todo lo sucedido la noche anterior, con un peso en el corazón por todo lo que se me venía encima, sin ganas de hacer nada. Aún así hice el esfuerzo de salir de la cama y prepararme el desayuno, cereales con leche. Mientras estaba sentada a la mesa de la cocina pensaba en la mejor forma de mantenerme ocupada todo el día, ya que sería la única forma de evitar pensar en el tema, podría ir a casa de Laura, pero eso significaría hablar del tema con ella, porque no me iba a dejar tranquila hasta saber hasta el último detalle, y además, seguramente me diría el famoso “te lo dije”, así que lo descarté. ¿Y si me quedaba en casa haciendo lo que tenía planeado hacer antes de que se iniciara el desastre? Total, distraída iba a estar para rato. De pronto la tristeza dio paso al enfado, no sé cómo pasó, pero de buenas a primera empecé a experimentar una sensación de rebelión en mi interior, un enfado que iba a más por segundo, ¿por qué yo? ¿es que no había sufrido ya bastante? ¿Quién se creía Leo que era para besarme así sin mi permiso, para entrar en mi casa y romper la estabilidad de mi vida? Una estabilidad que me había costado mucho esfuerzo conseguir por cierto, por un segundo le odié con todas mis fuerzas, aunque enseguida se me pasó, odiarle no arreglaba las cosas, y total, quizá tampoco era culpa suya sentir lo que sentía. Gruñí de frustración al cuenco de cereales. No me lo había terminado, pero me daba igual, no tenía hambre.

Decidí pasar la mañana acabando de limpiar la casa, así que me coloqué el ipod a todo volumen y me puse a la tarea. Para la hora de comer lo había dejado todo impecable. Hice el esfuerzo de comer algo al mediodía, pero parecía que mi estómago no tolerase ni lo más mínimo, así que tampoco lo obligué mucho. La tarde la pasé ordenando papeles con la televisión de fondo, hasta que ya no hubo nada más que ordenar y afronté la tarea más difícil del día, redactar mi carta de renuncia.

Me senté en mi escritorio y encendí el ordenador, mientras arrancaba recordé el móvil, no lo había encendido en todo el día, así que fui a buscarlo y lo conecté, enseguida empezaron a llegar mensajes de llamadas perdidas de Laura…me arrepentí de haberle mandado el mensaje la noche anterior, no sólo la había preocupado innecesariamente, sino que ahora tendría que llamarla y explicarle qué pasaba…me dije a mí misma que la próxima vez me lo pensaría antes de mandar nada en plena enajenación mental. Pero primero la carta, sino la escribía ahora ya no tendría ni ganas ni fuerzas para hacerlo después.

Una hora más tarde, y sin saber muy bien cómo, había conseguido redactar la dichosa carta, le di muchas vueltas, la borré y la empecé muchas veces, y sobre todo mis pobres uñas sufrieron con mi ansiedad, pero finalmente estaba escrita. La saqué por la impresora antes de que pudiera arrepentirme, luego la metí en un sobre y la dejé sobre la mesita de la entrada de casa. Ahora tenía que llamar a Laura. Cogí el teléfono y busqué su número, le dí a llamada.

- ¡Athena!- chilló en mi pobre oído.

- Hola Laura.- dije como si no supiera que había llamado como un millón de veces.

- Imagino que sabes que llevo todo el día llamándote, ya estaba a punto de ir a tu casa.

- Lo siento.- de pronto me sentía bastante culpable.

- ¿Que lo sientes?...más te vale sentirlo.- me regañó.

- Olvidé encender el teléfono esta mañana y…

- La cosa es – me interrumpió- ¿por qué lo tenías apagado? Me mandas ese mensaje ayer, que he leído esta mañana y me pregunto qué te pasa, y cuando te llamo cuál no es mi sorpresa que encuentro tu móvil apagado, y no una hora o dos….¡todo el dichoso día!, ¿me puedes decir qué pasó ayer? Y sobre todo, ¿en qué tenía yo razón?- estaba un poco enfadada, la verdad, tenía derecho, yo me había portado como una cría, ¿le había dicho ya que lo sentía?

- Por partes Laura, por partes.- le pedí.

- Soy toda oídos.

- Anoche vino Leo a casa…

- ¿Qué??

- ¿No eras todo oídos?

- Lo soy, lo soy…

Le conté todo, desde que había quedado con él aquella tarde noche porque él me había dicho que necesitaba hablar hasta el momento en el que se le ocurrió la genial idea de besarme.

- Sabes que no me gusta tener que decirte esto Athena, pero…¡te lo dije!

- Sí, me lo dijiste, y Luz también me lo dijo. Mea culpa no haberlo visto venir, ¿satisfecha?

- Bueno, no te lo tomes tan a mal. ¿Qué vas a hacer ahora?

- Ya he redactado mi renuncia, mañana la dejaré en su mesa a primera hora.

- ¿Que has hecho qué? ¿estás loca?

- Es lo único sensato que puedo hacer.

- ¿Desde cuando dejar el trabajo es sensato?

- Desde que tu jefe está enamorado de ti, me es imposible trabajar con él en esas condiciones Laura, ¿o qué harías tú?

Hubo dos segundos de silencio.

- Imagino que tienes razón, yo haría lo mismo…

- Laura, no va a ser fácil para mí, ¿me apoyarás?- rogué.

- Claro, ¿acaso no lo he hecho alguna vez?- lo cierto es que en ese sentido no tenía nada que reprocharle.

- Nunca, siempre has estado ahí para mí….la verdad es que me siento fatal…

- ¿Por Leo?

- Por todo…por Leo, por mí, por tener que dejar mi trabajo,…

- Pues yo creo que en el fondo te van a venir bien unas buenas vacaciones, así podremos verte un poco más, y por el trabajo no te preocupes, eres buena en lo tuyo y eres conocida, y después de la boda de Luz Latica trabajo no es precisamente lo que te va a faltar.- me animó.

- No…si acaso me faltará otra cosa…

- ¿Qué?- preguntó.

- Suerte, aunque sólo sea un poco…

Al final nos reímos, la verdad es que no tenía ganas de hablar del tema, pero cuando colgué el teléfono tenía que reconocer que me sentía mucho más animada que antes de llamar, de pronto no lo veía todo con la misma magnitud que la noche anterior, quizá las horas pasadas le habían dado perspectiva a todo lo que había pasado, aún así, mi decisión de renunciar seguía firme.

Me fui a dormir temprano, y esa noche también me visitaron aquellos ojos negros, pero esta vez me hicieron sentir segura, en paz…