domingo, 27 de junio de 2010

CAPÍTULO DOS (II)


Estaba consultando la agenda que tenía para la mañana: a las nueve cita con una de las mejores pastelerías de la ciudad para recoger catálogos sobre modelos, sabores, tamaños y un sinfín de otras variables de la tarta nupcial, a las once tenía que hacerle una visita a la empresa que se encargaba del montaje y acondicionamiento de la carpa nupcial para asegurarme de que tenía el diseño, las dimensiones correctas y que estaría montada a tiempo. Luz quería casarse en el bonito campo de golf del Golden Golf Club, a las afueras de la ciudad, un distinguido club al que acudían desde famosas estrellas de cine hasta políticos y gente adinerada que gustaba de alternar con ellos, lo más influyente de la sociedad, y dado que Dominic Latica se contaba entre ellos era de esperar que el gran día se celebrase allí. Mi siguiente cita era con Luz, había quedado con ella para almorzar y mostrarle los catálogos de las tartas nupciales. Tenía la esperanza de que Luz eligiese alguna idea de entre todos los modelos que hubiese en los catálogos, para que se pudiera empezar lo más pronto posible el diseño de la tarta.

De pronto el sonido de una puerta al cerrarse me sobresaltó, al girarme se me escapó un suspiro de alivio.

-Ah, eres tú, me habías asustado- era Leo, también llegaba temprano.

- Perdona, no quise asustarte…ni siquiera sabía que estabas aquí…son las siete ¿qué haces aquí tan temprano?

-Umm, pues no sé…¿trabajar tal vez?

Leo me miró un momento algo desconcertado.

-Athena, sé que la boda de Luz Latica es uno de los eventos más importantes que hemos organizado hasta la fecha, y lo estás llevando tú sola, me consta que te estás matando a trabajar, no sé, quizá necesites un poco de ayuda, ¿quieres que le pida a Tina que te ayude con la boda?

Sé que Leo confiaba en mí, que sólo pretendía ayudarme, pero la verdad, mejor se hubiera quedado callado.

-Leo, ¿piensas que no seré capaz de hacerlo sola?

- Eeeh…no, claro que no Athena, sé que eres más que capaz, es sólo que…no importa, pensé que te vendría bien un poco de ayuda extra, olvida que te lo he dicho.-genial, ahora me sentía culpable.

- Bueno, te lo agradezco Leo, de verdad. Si necesito que alguien me eche una mano te lo diré.- y le puse mi mejor sonrisa, o la mejor que se puede tener a las siete de la mañana después de haber dormido bastante poco, a veces tengo pesadillas muy raras, pero bueno, sólo son sueños.

- Como tú quieras.- y el también sonrió- ¿qué tal si te invito a un café?¿ O estás muy apurada de tiempo?.

-No, está bien, vayamos a por ese café.

Cogí mi abrigo del respaldo de mi silla y apagué el ordenador, total, ya no volvería hasta la tarde. Salimos de la oficina y cogimos el ascensor, a esa hora tan temprana el edificio estaba casi deshabitado, a excepción del conserje y del personal de limpieza, nunca antes me había parado a pensar que esa gente se levantaba más temprano que el resto de nosotros para no molestarnos luego durante la jornada laboral, tiene mérito eso de limpiar casi de madrugada, mucho mérito.

El aire de la calle era bastante fresco, pero no sería nada comparado con lo frío que sería en apenas un mes, no me gusta el frío, odio tener que ir escondida bajo capas de ropa normalmente de colores oscuros y poco favorecedores, no es que yo fuera una presumida que disfrutara llamando la atención, pero me gustaba muchísimo más el verano, me favorecía físicamente más, lo cierto es que tengo que reconocer que la naturaleza había sido muy generosa conmigo, me había dado unos grandes y bonitos ojos dorados, una melena y una piel a juego con el color de los ojos, unos pechos generosos, cintura estrecha, piernas torneadas y bien formadas, y todo ello combinado con una pequeña estatura, que hacen de mí una chica exuberante y atractiva a pesar de no ser una típica belleza alta, de piernas largas excesivamente delgadas y melena rubia brillante, una chica de verano, no una belleza de invierno, pero supongo que no se puede hacer nada por remediarlo, así es la naturaleza.

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