miércoles, 22 de septiembre de 2010

Capítulo X (III)

El empleado se alejó por el pasillo dejándonos solos, por un momento fui consciente de que era la primera vez que estaba totalmente sola con él, no había nadie conocido en kilómetros a la redonda, y él estaba tan sólo a una puerta de distancia…su voz me sacó de mis pensamientos.

- ¿Te preocupa algo?- preguntó.

- No…nada.- era una verdad a medias.- Imagino que es el cansancio…y las sorpresas de esta noche.- sonreí.

- Entonces te deseo buenas noches Athena, que descanses. Tienes todo lo que te he dicho en tu habitación, si falta algo ya sabes dónde encontrarme.- me guiñó un ojo. Se me aceleró el pulso.

- Buenas noches.- y entré en mi habitación cerrando la puerta detrás de mí antes de que él pudiera ver el rubor en mi cara.

La habitación estaba algo fría para mi gusto, así que lo primero que hice fue buscar el climatizador y subir un poco la temperatura. Era encantadora, rústica, acogedora, con una gran cama de cuatro postes en el centro de la misma, siempre había querido dormir en una. Sobre ella estaba una pequeña maleta y un neceser, en su interior no faltaba nada de lo que Ash había prometido durante la cena, era una tontería, pero me hizo sentir segura, ni siquiera sabía muy bien qué tenía que hacer al día siguiente como nueva empleada de él, pero lo que fuera quería hacerlo bien vestida y bien calzada. Junto a la nueva maleta había un bonito pijama color natural de dos piezas, pantalón corto y camiseta. De pronto me sentí muy cansada, quizá las emociones del día me habían dejado agotada, parecía mentira que por la mañana le estuviera preguntando a Luz por Ash y que ahora lo tuviera a apenas escasos metros de mí, era un poco surrealista. Sería mejor que me diera una ducha y me metiera en la cama.

El agua caliente acabó de relajarme, cuando me enfundé el pijama me di cuenta de que era de seda natural, una delicia al roce con la piel. Unos toques en la puerta interrumpieron mi examen del pijama. Abrí la puerta con cautela. Era Ash, aún no se había cambiado de ropa, llevaba algo en la mano que me alargó, al principio no me di cuenta de qué era.

- Tu pasaporte.- me dijo.

Lo cogí en un gesto mecánico.

- Estaba entre mis cosas, ¿no lo habías echado en falta?

De pronto me di cuenta de mi situación, a solas con el hombre que más me atraía en la Tierra, en un vaporoso pijama y tarde en la noche, la vergüenza asomó por enésima vez por mi cara y mi cuello.

- No…digo sí, claro…pero, pensé que ya dormías, no quería molestarte.- fue lo primero que se me ocurrió decir, ni siquiera estaba pensando.

Él avanzó haciendo desaparecer el espacio que nos separaba. Sentí mis piernas flaquear.

- Athena…- susurró, su cálido aliento rozándome el cuello- no me mientas…no me mientas nunca…

- Lo siento…- dije en voz baja. No podía decir nada más, me faltaba el aire.

- No lo sientas…quiero tu promesa, no me mientas nunca Athena, no podría soportarlo.

Sentía que me envolvía su aura, una energía como la que sentí la noche anterior cuando pensé que iba a besarme, era extraña, atrayente, pero también peligrosa, apenas le conocía y cada vez que se había acercado a mí me había rendido a él, tan fácilmente que me costaba creerlo. Tenía la mente llena de telarañas y confusa…una promesa…sin duda.

- Te lo prometo Ash…sin mentiras…

Se apartó de mí, el aire me llegó de nuevo a los pulmones, definitivamente me afectaba demasiado su proximidad.

- Es tarde…deberías descansar.

- Claro…me voy a dormir.

Antes de cerrar la puerta creí verle por el rabillo del ojo en el marco de la suya observándome con una expresión extraña. Me fui directa a la cama, me quedé dormida casi enseguida.

lunes, 6 de septiembre de 2010

CAPÍTULO DIEZ (II)

No supe qué decir, al menos ahora entendía porqué me dijo aquel “por fin nos conocemos” en la boda de Luz. Ya quería que trabajara para él, fue todo preparado, qué tonta haber pensado en aquello como algo romántico.
- Aún así, no me conoces.- insistí.
- Dame la oportunidad…¿qué puedes perder?
Cierto…¿qué puedo perder?. En realidad no tenía nada que decidir, pues ya lo había hecho la noche anterior sin dudarlo, pero no quería que el pensara que había sucumbido tan pronto.
- Está bien, probemos y a ver qué pasa.- sonreí, él me devolvió la sonrisa.
- ¿Podemos ya disfrutar de la cena?- dijo riendo.
- Podemos.- no pude evitar reír con él, y por fin empezamos a comer.
- Menos mal.- dijo.- Porque ya me moría de hambre.
Sería porque ya no pesaba sobre mí la tensión sobre el tema del trabajo, sería porque el vino había cumplido con su cometido relajándome, o sería porque por primera vez en mucho tiempo sentía cierto cosquilleo en el estómago, daba igual por lo que fuera, no recordaba una velada igual en mi vida. Ash no dejaba de hacerme reír con sus anécdotas, me asombraba con sus conocimientos, parecía conocer tanto sobre tantas cosas que no podía evitar admirarle. Seguramente en más de un momento debí mirarle totalmente embobada, sólo esperaba que él no lo hubiese notado. Casi sin darme cuenta me encontré frente a una deliciosa mousse de chocolate, estaba deliciosa, no tardó mucho en desaparecer.
- ¿Te ha gustado la cena?- preguntó Ash.
- Me ha encantado, gracias por la invitación.- dije educadamente.- No sólo el sitio es precioso, la comida es tan buena o más como la fama que tiene.
- Me alegra saberlo Athena, ¿qué tal un brindis?- propuso.
Al instante apareció un camarero con una botella de champán fría y dos copas. Para ser justos habría que decir que no sólo el lugar y la comida eran de lo mejor, el servicio estaba totalmente a la altura, siempre tan atentos para que nada faltase en la mesa, era asombroso. Enseguida la botella fue impecablemente abierta y las dos copas servidas sin derramar ni una gota.
- ¿Y por qué brindamos?- quise saber.
Ash se quedó pensativo unos segundos mirando las burbujas del champán, finalmente alzó su copa, yo hice lo mismo.
- Por el alcance de nuestros sueños.
- Por el alcance de nuestros sueños.- repetí, y chocamos nuestras copas. Mientras bebía un sorbo del dorado líquido pensé en el extraño brindis, pero enseguida se despertó en mí la curiosidad, ¿qué sueños tendría un hombre como Ash Lastor que aparentemente lo tenía todo? Más misterio añadido…
- Ahora deberíamos descansar.- dijo Ash.
Sería que tenía la cabeza un poco achispada, pero creo que no lo había entendido bien, ¿descansar ahora?
- Mañana salimos a primera hora hacia Nueva York.
Creo que en ese momento se me pasó todo el efecto de vino y el champán de repente.
- ¿Qué?- debía estar de broma.
- Lo sé, es precipitado, siento no habértelo dicho antes, pero quería que pasaras una velada tranquila.
La incredulidad se debía reflejar en mi cara, no me lo podía creer, ¿Nueva York? ¿Mañana a primera hora? Imposible, tenía que volver a casa y hacer las maletas, y aún así seguiría siendo imposible, tenía el pasaporte caducado.
- Escúchame Athena. Está todo arreglado, no tienes que preocuparte por nada.- si intentaba tranquilizarme no estaba funcionando.
- No lo entiendes, tendría que volver a casa y hacer las maletas, y aún así…
- No necesitas maletas, volveremos el martes, apenas estaremos un día.
- No puedo irme con esta ropa.- protesté.
- Me he tomado la libertad de hacerte comprar toda la ropa necesaria para estos dos días, la ha elegido una estilista amiga mía, también te he mandado comprar un neceser completo con productos de aseo, cosméticos y todo lo necesario para el cuidado femenino. No me he olvidado tampoco de los zapatos y los complementos. Lo tienes todo esperándote en tu habitación arriba. Espero que sea de tu gusto.
Demasiada información para asimilar tan rápido. Sólo se me ocurrió decir:
- No sé si me puedo permitir pagarte todo eso.
- Considéralo todo como dietas laborales, recuerda que ahora trabajas para mí, y soy yo el que no se puede permitir una asistente personal con la indumentaria inadecuada debido a mi falta de… planificación temporal.
- No tengo pasaporte.- seguro que eso tampoco lo había planificado, y la verdad, cada vez tenía más ganas de hacer ese viaje, de empezar a trabajar con él, es sólo que estaba siendo toda tan precipitado…
- También me he tomado la libertad de arreglar tu pasaporte, tienes los papeles en tu habitación esperando a que los firmes…perdona que todo haya tenido que ser tan precipitado- explicó.
- ¿Cómo…?- no salía de mi asombro, este hombre era increíble, o más que increíble, era poderoso, estaba muy impresionada.
- Tengo amigos en la embajada.- sonrió…cuando sonreía así bien podía olvidarme de Nueva York, maletas, pasaportes,…- Me debían un par de favores.- me guiñó un ojo.
- Ajá…- respondí.- Entonces veo que está todo arreglado.
- Todo. Será mejor que subamos.
De pronto me acordé que había mencionado unas habitaciones un par de veces en la conversación, debía referirse a las que había en La Mer, pero esta vez sí que no podía ser, ¡había una lista de espera de años!, aunque si había conseguido arreglar lo de mi pasaporte... Antes de que pudiera preguntar él me respondió.
- La Mer es mío…pero no se lo digas a nadie, no me gusta alardear de mis posesiones.- me dijo casi en un susurro.
Podría decir que me sorprendió la revelación, pero lo cierto es que no, esa noche había sobrepasado mi límite, de él podría creer cualquier cosa a partir de ahora, cualquier cosa.
Se levantó y me ofreció su mano en uno de sus cada vez más familiares gestos caballerosos, la cogí, estaba sorprendentemente cálida, sentí como si me atravesara una descarga eléctrica, él también debió de sentirlo, porque por unos instantes nos quedamos de pie mirándonos fijamente, no sé qué se reflejaría en mi cara, pero en la suya asomaba una expresión de ligera sorpresa acompañada de una media sonrisa.
-Señor, está todo listo arriba.- nos interrumpió la voz de quien supuse uno de los trabajadores del lugar.- ¿Serían tan amables de seguirme?
- Por supuesto.- contestó Ash aún mirándome a los ojos.
Con algo de desgana soltó mi mano y me indicó que siguiera al empleado, él se colocó a mi espalda cerrando la marcha. Subimos una escalera de madera tallada, y después de dos giros a la derecha nos encontramos frente a un largo pasillo, al final del cual estaban nuestras dos habitaciones, puerta frente a puerta. El empleado abrió ambas y nos dejó en el umbral.
- Señor, la limusina estará abajo a las seis de la mañana para trasladarles al aeropuerto. El desayuno se les subirá a las cinco y cuarto, si necesitan cualquier cosa más sólo tienen que pedirla, estoy a su disposición.- dijo.
- Muchas gracias, por ahora es todo, buenas noches.- le despidió Ash.

jueves, 2 de septiembre de 2010

CAPÍTULO DIEZ: A la luz de las velas.

A las nueve en punto un coche negro y deportivo paró bajo mi ventana, me aparté de ella por reflejo. Tenía que ser él. Entonces sonó mi móvil. Sí, era él. Lo cogí.

- ¿Bajas?

- Enseguida.- contesté.

Cuando salí del portal de mi edificio él me esperaba fuera del coche, en cuanto me vio abrió la puerta del acompañante y con un gesto de la mano me invitó a entrar. Hasta que no estuve muy cerca del coche no me di cuenta de que era nada más y nada menos que un Aston Martin. Ash Lastor exhalaba no sólo un perfume embriagador por todos sus poros sino también mucha clase. Al llegar a su altura me saludó.

- Athena…estás preciosa.- dijo cogiéndome la mano para ayudarme a subir al coche.

Me sonrojé, como ya era de esperar con él.

- Gracias.- dije casi mirándome los zapatos.

Cerró mi puerta y se subió él también al coche.

- Espero que tengas hambre.- dijo sonriéndome- ¿hambre? Tenía el estómago hecho un ovillo.

Arrancó el coche y enseguida nos metimos en el tráfico nocturno de la ciudad, mientras conducía, Ash me echaba miradas de reojo y me sonreía de vez en cuando.

- ¿Dónde vamos?- quise saber.

- Tranquila…¿confías en mí?- y puso su mano sobre la mía, y como quien no quiere la cosa me sentí más relajada- sólo quiero que tengamos una agradable cena y una buena conversación.

Qué podía yo decirle, si ahora me lo pidiera me iría con él al fin del mundo, así de loca me estaba volviendo. Y ni siquiera le conocía.

- ¿Sobre trabajo?- pregunté- ¿por qué quieres contratarme?.Ash redujo un poco la velocidad del coche y me miró directamente a los ojos.

- Debe ser porque he oído hablar demasiado bien de ti y me gustaría comprobarlo por mí mismo…o quizás sólo sea por esos ojos dorados tuyos…o quizá sólo sea que estábamos destinados a conocernos … ¿crees en el destino Athena?

-No…no sé…tal vez…- me estaba hechizando de nuevo, tenía que tener cuidado, sino al acabar la noche estaría locamente enamorada de él.

-Yo sí creo…creo que estábamos destinados a conocernos.- dijo él.

Volvió a concentrarse en la carretera, y el coche comenzó a rodar más deprisa. Habíamos dejado la ciudad atrás. Subió el volumen de la música, Chris Isaac inundó el interior del coche con Wicked game, era la canción perfecta para acompañar un misterioso viaje con un misterioso acompañante.

Durante más de media hora no dijimos una palabra, no sé en qué pensaba él, si es que estaba pensando algo, yo por mi parte tenía un torbellino en la cabeza, por un lado no dejaba de preguntarme dónde me llevaba, por otro intentaba concentrarme en cosas coherentes, lo que fuera con tal de no perder la cabeza en aquel coche por culpa de esa esencia embriagadora que emanaba de él, no entendía porqué, pero me sentía irremediablemente atraída por ese hombre al que apenas conocía.

Por fin aminoró la velocidad y giró a la izquierda, metiéndose por un tortuoso camino, un pequeño cartel pintado a mano indicaba que el Restaurante La Mer estaba a siete kilómetros. No lo podía creer, ¿me llevaba a un restaurante exclusivo de lujo para hablar de trabajo? Sólo lo había visto en una ocasión, ni siquiera llevaba la organización de aquel evento, por ese entonces aún estaba aprendiendo, pero Leo quiso que le acompañase para que cogiera experiencia, me quedé asombrada al ver el lugar. La Mer era un nombre bastante irónico para un lugar que se hallaba en el corazón de un bosque, aunque era un restaurante con unas pocas habitaciones para pasar la noche no lo parecía para nada, se asemejaba más a una gran cabaña que utilizaran los guardabosques como refugio que lo que realmente era. A pesar de que no era partidaria de alterar de esa forma un medio ambiente tan encantador, la verdad es que el lugar estaba muy a tono con el medio que lo rodeaba, me recordaba en cierto modo a la cabaña de los enanitos de Blancanieves, sólo que en el interior no nos esperaban ellos, sino unos amables camareros, y Ash no era el Príncipe Encantador, ni yo Blancanieves, pero esa noche no me importaba serlo.

Estacionó el coche en el pequeño aparcamiento.

- Ya hemos llegado.- me anunció.

- ¿No es un poco ostentoso para hablar de trabajo?- pregunté un poco intimidada.

- Todo a su tiempo Athena- me sonrió- ¿Tienes hambre ya?

Lo cierto era que nada, aún así le dije que sí.

Entramos en el restaurante, enseguida nos recibió el maître y nos llevó a una de las mesas, una de las más apartadas. El ambiente dentro era íntimo y acogedor, en el centro de la mesa había tres velas encendidas, el mantel era de seda roja, a juego con las servilletas, también había una botella de vino de una marca muy distinguida, y dos copas para servirlo, el mismo maître abrió la botella y nos llenó las copas, luego se retiró.

- ¿Te gusta el lugar?- me preguntó Ash.

- Sí, es encantador.- admití.

- ¿Habías venido antes verdad?

- Sólo una vez, por trabajo.- le expliqué.

- Con Leo.- afirmó.

- Sí, me trajo él para que aprendiera cómo manejar recepciones diplomáticas, por aquel entonces llevaba poco tiempo trabajando en la empresa, le pareció una buena ocasión para enseñarme algo sobre protocolo.

- Bueno, hoy será diferente- prometió- Quiero que te relajes y disfrutes la cena.

Como por arte de magia aparecieron dos camareros de la nada, uno llevaba una nueva botella de vino y el otro empujaba un carrito lleno de platos de delicioso aspecto, de pronto sentí una punzada de hambre. Lo sirvieron todo en la mesa en un tiempo record. De nuevo estábamos solos, con la cena por delante. Mi primera cena con Ash…mi futuro jefe.

- ¡Que aproveche!- dijo Ash.

No pude contenerme.

- ¿Y exactamente en qué consistiría mi trabajo?

Me miró y empezó a reír.

- Hasta que no te lo diga no te vas a relajar ¿verdad?

- Podría intentarlo, pero no creo que lo consiguiera.- le desafié.

- Está bien, te lo diré entonces, pero tienes que prometer que después disfrutaremos la cena y el resto de la noche.

- Prometido.

Se inclinó un poco sobre la mesa, en gesto confidente.

- Tu trabajo consistiría en no perderme de vista, tendrías que viajar conmigo, asistir a todas mis reuniones, llevar mi agenda al día, atender clientes, solucionar problemas…en fin, ser mi sombra, mi mano derecha.

Ante mi expresión de asombro siguió explicándome.

- Necesito una persona eficiente, responsable, en la que pueda confiar, y con una disponibilidad total, y creo que eres esa persona.

- ¿Cómo puedes creerlo? Ni siquiera me conoces.- dije algo abrumada.

- Ya te dije que creo en el destino, él ha hecho que nuestros caminos se hayan cruzado.

- Pero yo jamás he hecho el tipo de trabajo que necesitas, no creo que tenga la suficiente preparación.

- La tienes de sobra, no es mucho más complicado que el trabajo que ya hacías para Leo.

- Pero yo…

Me interrumpió.

- Confío en ti Athena…además, me he preocupado de hacer los deberes, ¿por qué crees que tenía tantas ganas de conocerte?.- sonrió.

- ¿Qué deberes?- pregunté.

- Te sigo la pista desde el mismo momento en el que corrió el rumor de que abandonabas tu empresa, lo sé todo sobre ti…profesionalmente hablando.